La puerta de la habitación se abre violentamente y entra Renato gritando y gesticulando obscenamente. – ¡Llegó el stripper que pidió!
– ¡Carajo! – grita Antonio sobresaltado en su cama. – Te he dicho que toques la puerta antes de entrar, un día de estos me encontrarás en plena paja y ahí veremos quien se sorprende. – De seguro que yo, sobretodo al verte con un consolador en el culo. ¿No? – Calla Huevón. ¿A qué has venido?
– Oye Toñito, ¿No tendrás un porrito por ahí que te sobre?
Antonio, Toño o Toñito, como lo llama Renato, su único amigo, es un aspirante a escritor de 27 años, mantiene una pequeña columna del diario local una vez por semana, pero “uno no es escritor hasta que publica su primer libro” opina el, terminó a regañadientes su carrera de publicidad pero no ejerció nunca por tres razones: 1. Al terminar la universidad noto que no había aprendido nada. 2. En la tradicional ciudad/pueblo donde vive no hay trabajo para publicistas, mas sí para vendedores de hamburguesas. 3. Su sueño de ser escritor lo avasalló y él sencillamente sucumbió ante el lindo rostro de esta perezosa profesión. Se mantiene económicamente gracias a las miserias que cobra en el periódico pero realmente y de forma disimulada con el sueldo que gana su novia Sandra en el consultorio odontológico donde trabaja de asistente y que les permite pagar el alquiler de un pequeño pero cómodo departamento. Por suerte hace poco más de dos meses había recibido un premio de cinco mil soles por haber quedado en segundo lugar en un concurso de cuentos al que se presento sin muchas esperanzas sobretodo por haber utilizado el pseudónimo “bragueta gorda”.
– Oye te pasaste, disculpa venir aquí a fumarme tus últimos porros. – Comenta Renato con una expresión apaciguada en el rostro ahora que se encuentra bajo los efectos de la marihuana. – No te preocupes, pensaba fumar un poco de todas formas, estoy en busca de inspiración para escribir mi primera novela pues ya me estoy haciendo viejo y no he publicado aun. Además, hace como un par de semanas que no fumo nada, ya sabes que opina Sandra al respecto, dice que terminaré con la cara de pavo chino igual que la tuya, luego pensaran que somos hermanos. – Antonio bromea y ríe solo de sus propios chistes como siempre. – No, en serio gracias, estoy bastante jodido por la plata, pedí el adelanto del mes que viene y ya me lo fumé todo. Ahora estoy debiendo la luz y el agua, pero lo peor es que la abstinencia me mata. Y tú sabes que puedo vivir hasta calato y en la calle pero con mi porrito a la mano, si no, no la hago ni cagando. – Da una última pitada contorsionando los dedos y se quema en el intento. – Préndete otrito antes de que el efecto se vaya.
Renato conoció a Antonio hace un par de años en el cumpleaños de Sandra con la que ya era amigo de la infancia. Al principio no lo vio con muy buenos ojos y demostraba expresamente su desconfianza hacia este nuevo pretendiente con pinta de bohemio maricón, pero a medida que pasaban los meses fueron tratándose y uniéndose en una extraña amistad no solo basada en el alcohol y la marihuana, hábitos que compartían periódica y religiosamente, mas también, en la cualidad de ser ambos unos completos antisociales retraídos, la relación de Antonio con Sandra vino con bulto extra y el tiempo se encargo de afianzar esta alianza amical que les brindaba eventualmente una compañía sosegada y risueña. La verdad era que el estudio jurídico donde trabajaba Renato lo había despedido esa misma mañana a pesar de su portentoso curriculum resultado de una tesis aprobada con honores en una de las mejores universidades del País, y una maestría en España que lo mantenían como una de las jóvenes promesas del lugar, el hecho de haber llegado mas de una vez en aparentes efectos de algún narcótico barato lo habían descalificado del cargo. La mitomanía y la droga eran los problemas de su vida, entro al vicio comenzando sus estudios de derecho y ahora lo tenia subyugado y esclavizado, algunos incidentes habían generado el alejamiento e indiferencia por parte de su familia, y algunos pocos mas se habían encargado de dejarlo desempleado y al borde de un colapso nervioso.
– Tengo una idea para una novela, es un tema que me esta rondando la cabeza últimamente. – Comenta Antonio antes de que el humo blanco escape de sus fosas nasales. – Cuenta. – ¿Nunca te has puesto a pensar que el mundo es una creación solo para ti, es decir que tu eres el personaje principal de una película mientras que todos las demás personas son una especie de muñecos programados, personajes secundarios o incluso extras de relleno? – Yo no ando pensando huevadas.
– Entiende pues, ¿que tal si solo existe uno mismo y esta vida solo es un juego que alguien nos ha puesto a jugar?
– Ah, ¿Cómo Matrix? – Digamos que algo así, siento que soy Neo pero sin las huevadas de volar y pelear con miles de clones. – Me haces cagar de risa. ¿Y quien estaría detrás de todo esto? ¿Morfeo? – No lo se, Dios, supongo. – Claro, un negro no podría ser, ni cagando. – Ambos se carcajean juntos. – Tengo la sensación de que al ser el personaje principal, soy una especie de privilegiado protegido y por lo tanto no puedo morir, el mundo no se puede acabar para mí, y en el caso que yo muera, todo desaparecería. – ¿Ahora eres inmortal? ¡Chucha! – Renato se mofa a carcajadas. – Algo así, supongo, ¡deja de reírte huevonaso! – ¡Es que hablas cada cojudez!, ya deja de fumar y pásame el porro que te esta haciendo mal, Toñito. – ¿Por qué no apuestas? – ¿Qué? – Se sorprende Renato. – ¿Estas sin ni mierda de plata no? ¿Te conté de los cinco mil soles del premio que gané por el cuento en el concurso? – Sí, claro. – Su voz adquiere un tono calmado y serio. – Bueno te propongo una apuesta. A partir de mañana tienes venticuatro horas para intentar matarme y si lo logras te doy los cinco mil soles del premio y todo lo demás que tengo. – Renato lo mira con una sonrisa picara. – ¡Excepto a Sandra, imbécil! – Se interrumpe solo-, -Ósea todo lo que tengo que con lo del premio seria cinco mil y un sol. – Antonio ríe pero Renato no entiende la broma. – ¿Me vas a pagar por asesinarte? – Exclama Renato sorprendido. – Digamos que sí. – ¡Loco de mierda!, ¿Y si no lo logro que pasa, qué tengo que hacer? – Pregunta Renato recobrando nuevamente a una actitud serena. – ¡Tendrás que aceptar que soy un puto inmortal y que el mundo es mío!, así de simple. – ¿Cómo se que me pagaras? – Cuestiona Renato con un peculiar brillo en los ojos. – Ahora mismo redactas un testamento, yo lo firmo y listo. ¿Sabes hacer eso, no? – Solo un loco de mierda como tú es capaz de pagar a su mejor amigo para que lo asesine al día siguiente. – Pero no hay otro bastardo que aceparía ese trato. Solo tú, Renato.
PARTE DOS
La luz de la mañana ilumina y fastidia el rostro de Antonio, se levanta directo al baño, gira la perilla del grifo y mete la cabeza refrescándola con agua helada, las ideas están más claras, la mente está alerta, se mira al espejo observando sin mucha preocupación la calvicie que lo espera a la vuelta de la esquina, recuerda los sucesos del día anterior:
“Con el objetivo de probar su lugar especial e inmutable en este universo como un ente superior, le propuso a su mejor amigo, Renato, que intente asesinarlo al día siguiente, este aceptó de forma automática para así ganar el dinero que Antonio mismo apostó, dinero ganado en un concurso de cuentos hace poco, los porros consumidos la noche anterior no fueron influencia de nada, ambos amigos están suficientemente locos para tomárselo en serio.”
Antonio hace muecas frente al espejo y sonríe de forma estúpida, “Hoy no me muero ni cagando.”
En la cocina está Sandra desayunando una ensalada de frutas, Antonio la ve fantaseado, siempre tan regia y sana, le da un beso en la boca.
– Lávate la boca, cochino. -gruñe ella. – Luego del desayuno, que jodida. – Así me amas. – Desde que te conocí, mi amor.
La relación de Sandra y Antonio siempre se basó en la confianza, en la joda y el pragmatismo total, ambos se dicen sus verdades sin ningún temor como cuando Sandra sube abruptamente de peso o Antonio no se baña por días, incluso no tienen reproche en dormir separados regularmente para así poder tener una libertad extra en las noches, superando de esta forma todo tipo de paradigmas o tabúes seudo románticos y obsoletos.
– ¿Se acabó el café? -Pregunta lamentándose Antonio. – Tú eres el único que tomas ese veneno, además ya te dije que mejor dejes esos vicios, a veces me sorprendo como pues consumir tantas drogas juntas, café, coca cola, tabaco y marihuana. ¿No piensas vivir mucho, no? – No. Quiero café. – En la tienda. – Café. – Jódete, Antonio. – Ok.
“Creo que quedándome en casa solo le dificulto las cosas al pobre Renato, no puedo ser tan injusto tampoco.” Antonio coge sus zapatillas y se dispone a salir a dar una vuelta por la ciudad, pero la puerta de su habitación se abre.
– Hola. – Es Renato, sonriente.
Al parecer Renato también tomó muy en serio la apuesta de la noche anterior y el cuchillo de cocina que lleva en la mano no hace nada más que confirmarlo.
– Hagámoslo un poco dramático, hermano. ¿Qué debería preguntar ahora?, Oh si, ¿Re-re-re Renato, como fue que… entraste? – ¡Que histriónico mi Toño! Siempre me haces reír, Sandra me dejo entrar, luego se fue al trabajo, ¡que descuidado de tu parte! ¿No le dijiste a tu novia que yo vendría hoy a matarte? – ¿Creo que sería un poco complicado explicárselo, no? – Ambos se ríen al unísono. – Oye, Renato, ¿realmente pretendes matarme con ese cuchillo inmenso? Que mala gracia de tu parte, luego de tantos años de amistad, pensé que al menos pensarías en un método menos doloroso. – Lo siento, me desperté tarde, no tuve mucho tiempo para planear las cosas. – Renato desordena su inmensa y ondeada cabellera.
Antonio se ríe nuevamente.
– Pues no seas estúpido, no puedes pretender matarme en mi propia casa. – Se expresa tranquilamente Antonio, muy propio de él. – Sería todo muy sospechoso, Sandra te vio entrar, dejarías huellas por todos lados, tendrías que limpiar mi sangre luego de despedazarme con ese machete de mierda. Te atraparían inmediatamente y no tendrías ni una pizca de mi testamento. ¡Coño que eres tonto! – Ehhh… bueno… muy buen punto, chau, te mato más tardecito. -Renato se retira de la habitación mientras Antonio se queda pasmado e idiotizado por aquella escena tan inverosímil. – ¡Cierra la puerta al salir! – Grita Antonio.
Antonio siguió con su plan de condescendencia y salió a dar una vuelta por el centro de la ciudad, paseo por supermercados, callejones oscuros, bares, y parques para darle todo tipo de oportunidades a Renato, pero su amigo y sicario no aparecía.
De pronto, su celular comienza a sonar. El nombre de Renato aparece señalado en la pantalla.
– Aló. – Hola Toñito, me olvide de decirte. Secuestré a Sandra. – Dice Renato con una voz amigable. – ¿Qué? – La tengo amarrada por ahí y la voy a matar si no vienes por ella y te entregas a cambio, igual que en las películas, no tengo que explicarte cómo funcionan esas cosas.
Antonio cuelga inmediatamente el teléfono. “Imposible, imposible.” Marca el número de Sandra y espera mientras timbra el celular. “Deje su mensaje después del timbre…” “NO ME JODAS”, Vuelve a marcar el número, pero ahora no timbra, está apagado. “Deje su mensaje después del timbre…”
Antonio toma aire e intenta relajarse, con el celular en la mano sudorosa, llama esta vez a Renato, traga saliva y espera.
– Aló, que mal educado al colgarme de esa… – pero es interrumpido por Antonio. – Renato… ¿Qué pretendes?, no puedes secuestrar a Sandra, aunque logres matarme, ella te acusará con la policía eventualmente, no recibirás el dinero y te irás a la cárcel. Ella no tiene nada que ver con esto.
De repente, el tono de voz de Renato cambio, ya no era amigable, tonto, ni gracioso, era duro, seco y frío como el hielo, lo que dijo a continuación fue en serio.
– Yo siempre la amé, Toño, yo amo a Sandra como nunca la amaras tú, ella era mía hasta que tú llegaste y me la robaste, con tu actitud exasperante de escritor bohemio y encantador. Yo era un abogado con mucho futuro y respeto, le pensaba dar todo lo que ella merece, pero llegaste tú con tus estúpidos sueños y la conquistaste con tus historias fantasiosas y novelescas.
Antonio está congelado, el sudor frío baña su cuerpo totalmente.
– ¿Qué vas a hacer ahora, qué quieres? – ¡Qué vas a hacer tu ahora! Quiero que vengas y me permitas cómodamente acabar con tu vida, dejaré a Sandrita libre, y luego escaparé de la ciudad, si me atrapan o no, ya se lo dejo al destino. – ¿Dónde tengo que ir? – Pregunta Antonio, derrotado. – ¿Tienes lápiz y papel? Anota…
Renato nunca había estado por esa zona antes, simplemente subió a un taxi y le mostró la dirección al chofer, la tarifa resultaba veinte soles, lo que desde ya lo hacía suponer la gran distancia que lo separaba de su antiguo y desquiciado amigo.
La zona no estaba asfaltada, solo podía ver casas a media construcción, tierra y más tierra, la tenue luz que emitían los postes de luz iluminaba el polvo que levantaba el automóvil al recorrer la zona en busca de la dirección.
“Esto va en serio”, pensaba Antonio, quien nunca pudo haber imaginado el tremendo vuelco que daría la situación originada por su estúpido juego. ¿Cómo no pudo nunca sospechar que aquel tipo que acompaño con su amistad a Sandra durante tanto tiempo estaría totalmente enamorado de ella y guardando un tremendo rencor contra él? Debió imaginar el notable hecho de que solo era necesario una ligera excusa y oportunidad para Renato y este expulsaría todos esos sentimientos retraídos y escondidos incluso inconscientemente.
Llegó a la dirección que le dió Renato, un portón de metal representaba la entrada a este infierno, al igual que Dante Alighieri imaginó el cartel que señalaba “abandonad toda esperanza”
– ¿Desea que lo espere? – Dijo el taxista. – Saldrá otra persona en mi lugar. – Respondió seriamente Antonio.
La puerta estaba abierta y se encontró con una obscuridad total, no podía ver ni a Sandra ni a Renato. Caminaba por un pasillo angosto y recto que terminó abruptamente. De repente, una luz iluminó el lugar, tan intensa que lo cegó por un momento, hasta notar que se encontraba en un inmenso almacén vacío. Vacío, excepto por Renato que lo miraba sonriente desde unos metros mientras apuntaba con un arma.
– ¿Dónde está Sandra? – ¿Sandra? – Renato miró su reloj. – A esta hora ya debe estar en casa. – ¿Qué estás diciendo? – Antonio sacó su celular y marco el número de Sandra y en ese mismo instante una vibración fue seguida del tono melodioso del teléfono celular de Sandra que estaba en las asquerosas manos de Renato. – ¿Aló? – Dijo Renato mirando fijamente a Antonio que lucía pasmado y caía en cuenta de la trampa que le había tendido aquel tipo sorprendente que creía era su amigo idiota dominado por las drogas y la mediocridad. – Sólo tuve que tomar prestado el celular de Sandrita cuando me la encontré en la puerta de la casa. – A continuación sus carcajadas retumbaron el lugar. – ¡No pensé que fuera tan buen ladrón! – Risas y más risas. – Entonces… ¿todo fue mentira? ¿Ahora piensas matarme y quedarte con ella? – ¿Quedarme con ella?, ¡Ni cagando! ¿Te creíste ese cuento?, Sandra es insoportable, además, ha subido de peso, y su culo esta fofo. Tienes muy mala mano, Toñito. Lo único que hare es cumplir con esta apuesta tan divertida, aquí acaba el juego. ¡Good bye my dear friend!
Antonio vio su vida pasar a través de sus ojos en un instante, el miedo corría por su sangre y se dio cuenta lo increíblemente estúpido que había sido, en realidad no era alguien especial, ni siquiera eso, era un completo idiota, el más idiota del mundo, un pobre perro callejero a punto de ser atropellado por un camión, no quería morir, no podía ser así, quería vivir y salir de esta y nunca volver a ser un cojudo.
– ¡Detente, por favor, detente! – Gritó Antonio mientras Renato lo miraba fríamente. – ¡Ganaste, ganaste el juego! Soy un idiota y no soy especial, mucho menos inmortal, te daré el dinero que prometí, y no levantaré ninguna acusación (igual nadie creería esta historia), ¡Perdóname!, pero por favor, déjame vivir… por favor. – Las lágrimas comenzaron a brotar sin parar, con la voz quebrada y el arrepentimiento en sus venas, Antonio solo esperaba el veredicto de Renato. – Si te dejo vivir, significa que habrías ganado la apuesta, es decir, que habrías sobrevivido contra todo pronóstico, y en realidad yo no merecería mi premio. – Pero Renato, eso ya no… – Además no me gusta perder.
“BAM!”
El dedo de Renato se mantuvo firme al presionar el gatillo mientras el estruendo sonoro retumbaba el lugar.
PARTE TRES
Antonio, pasmado e inmóvil trató de percibir donde había impactado la bala, pero no sentía dolor alguno, cayó al suelo de rodillas, no por dolor sino que el temblor en sus piernas lo hicieron colapsar, no podía moverse y respirar le resultaba algo dificultoso, “estoy vivo”, pensaba, levanto la vista y vio a su amigo que se acercaba lentamente, sus pasos parecían una marcha religiosamente metódica.
– Te perdono la vida. – La sentencia de Renato era increíble a oídos de Antonio. – ¿Qu… qué? – Tartamudeó desde el suelo. – Se acabó, no te mataré. No voy a matarte. Idiota, eres mi mejor amigo, este juego fue demasiado demente incluso para nosotros, pero no estoy tan desquiciado como para acabar con tu vida. – ¿Y… y la… apuesta? – Nunca la tomé en serio. Ok, discúlpame si mi actuación fue tan convincente, pero solo quería joderte un rato. Venga, vamos a la casa. – ¿Estás hablando en serio? – Es joda, te mataré ahora mismo. – Renato comenzó a reírse. – No, claro que hablo en serio, vamos, Toño, eres mi mejor amigo. – Mejor cada uno a su casa. Necesito dormir un poco. – ¿Me pasé de la raya? – Se podría decir. – Concluye Antonio mientras la mano de su amigo lo ayuda a levantarse.
La alarma de la habitación suena, 8:00 am, Antonio siempre fue bastante reacio a levantarse tan temprano, pero los días de trabajo como este tenía que hacerlo, incluso yendo en contra de su naturaleza somnolienta. Entra en la ducha pues van como dos días sin bañarse y los olores comienzan a sentirse, abre el agua caliente que cae en su cabeza, luego en el cuello y posteriormente en sus hombros, siente una extraña paz, teniendo en cuenta que hace tan sólo unas horas estuvo a punto de morir a manos de su mejor amigo. Renato siempre había sido un loco excéntrico, pero esta vez se había pasado de pistola, “pistola”, se ríe de la redundancia. Quizás debería conseguir nuevos amigos, alejarse un tiempo del loco de Renato y buscar gente que no hagan caso a sus también exageradas propuestas. Cierra el grifo y sale desnudo mojando el piso.
Como si fuera un dejavú de la mañana anterior, Antonio se encuentra con Sandra en la mesa tomando sus jugos de frutas y cereales bajos en grasa, la sensación de regresar a la realidad lo tranquiliza y emociona, sobre todo teniendo en cuenta que el día anterior la imaginaba muerta.
– Sandrita, ayer te olvidaste tu celular en casa. – Dice Antonio mientras le devuelve el celular que Renato había usado hábilmente de carnada. Lo más inteligente era revelar ninguna verdad incómoda y pretender ignorancia. – Lo encontraste mi amor, muchas gracias, eres un rey. Creí que se me había perdido.
Antonio se sirve una taza de café instantáneo y lo toma sin azúcar, es bueno regresar al estatus quo.
– Amor, gracias por comprar más café. – El café sabe amargo, pero agradable y energizante. – Yo no compre café.
Antonio no tiene tiempo de pensar en lo sucedido, pues el dolor intenso en su cabeza es casi como un martillazo que lo noquea instantáneamente, una explosión tan grande que siente que sus ojos van a salir disparados. Cae al suelo casi sin conocimiento, el golpe en su cabeza, la taza rompiéndose y las piezas clavándole el cuerpo, liquido caliente por toda la cocina, no hay dolor ya, escucha gritos difusos y Sandra acercándose al mismo tiempo que el mundo se desvanece, “Renato hijo de puta”.
El café descafeinado fue inventado a inicios del siglo XX, el químico japonés Satori Kato presento el proyecto para un concurso de ciencias el cual perdió, pues no fue hasta la segunda guerra mundial que el uso de café instantáneo resulto un factor de vital importancia en el equipaje de los soldados americanos quienes necesitaban mantenerse despiertos y atentos a cualquier sorpresa y emboscada.
Luego de este hecho, el café instantáneo se alzó en una popularidad extrema en oficinas y contextos laborales, al mismo tiempo que los detractores también aparecían, catalogando al café como un veneno debido a los antioxidantes que este contiene, al igual que muchos productos alimenticios de origen químico como los dulces y bebidas gaseosas.
En realidad los antioxidantes no matan, al menos no en las cantidades que vienen en los envases distribuidos para la venta, en realidad, los efectos de esas pequeñas dosis son benéficos para la salud pues retardan el envejecimiento entre otras virtudes, se dice que tendrías que tomar unas cien tazas de café para que se sature el cerebro de tanta energía. Esto es exactamente lo que Antonio sintió, antes de que sufra el colapso nervioso que lo dejó tendido en el suelo, una efervescente energía tan poderosa que erupcionaba en su cuerpo y trataba de salir por cada uno de sus poros al mismo tiempo que sus neuronas se incendiaban en el más puro infierno químico.
Existen plantas y animales que poseen complejos sistemas de múltiples antioxidantes por medio de enzimas como la catalasa, superóxido, dimutasa y varias peroxidasas, cuyos niveles de oxidantes en seres humanos causarían estrés oxidativo, el cual puede dañar o matar las células. ¿Qué células? El café tiene una función directa como estimulador cerebral, por lo tanto, “Adiós células cerebrales.”
Hace tan sólo un par de días Renato llegó a su casa a altas horas de la noche lo cual no representa un problema para alguien que vive solo, al menos por ahora, pues con el despido en la oficina y sin ahorros en el banco debido a gastos cuantiosos en drogas, probablemente le quedaban pocos días viviendo en su cómodo chalet. Pero había una opción. Antonio, su único y mejor amigo, le había propuesto una especie de apuesta, la apuesta más bizarra y excéntrica de la que había escuchado jamás, tenía que asesinarlo al día siguiente, si lo lograba, ganaría alrededor de cinco mil soles que Antonio ganó en un concurso literario, si perdía, … si perdía en realidad, no pasaba nada.
Decidió jugar el juego, pero había algunas reglas que el mismo Renato se trazó: 1. No podía ser descubierto ni atrapado por la policía. 2. Sandra debía quedar fuera de todo esto, ella los conocía a ambos y mucho, eso era peligroso. 3. Era preferible no asesinarlo con sus propias manos, pues aunque para Renato el sentimentalismo nunca fue un punto débil, luego de los últimos años le había adquirido cierto cariño a Antonio, por lo que el asesinato debía realizarse de forma indirecta. Respecto a este tercer punto surgieron dudas sobre si contratar a un asesino o no, y concluyó que lo más seguro era hacerlo el mismo, los riesgos aumentan cuando confías en más gente, no solo en el cumplimiento de la misión, sino también por posibles traiciones. El conocer tan de cerca a Antonio, su personalidad, sus gustos e intereses le favoreció al elegir el método más eficaz y limpio de asesinato. Luego de un rato de pensar en la oscuridad de su habitación, Renato cogió el teléfono, extrajo un papel de su billetera y marcó un número, luego esperó.
– ¿Aló? – Contesto una voz ronca, áspera y casi dolorosa pero calmada al otro lado de la línea. – Hey, Galleta, necesito un delivery. – Tú dirás, que se te ofrece Renatín. – Respondió galleta con tono amical. – Necesito, que me traigas unos diez gramos de enzimas, de las más fuertes y ricas que tengas. Hazme un mix. – ¿Diez gramos? ¿Estas huevón?, que pretendes hacer, ¿una orgia? – Algo así galletita. – Son mil quinientos mi loco. ¿Tienes? – Que sea un préstamo, dame un par de días y te pago dos mil. – ¿Dos mil? Muy bien, ¿Si no cumples, sabes que pasa, no, Renatín? – Si, me partes el culo. – Te parto el culito, hermano.
Una hora después, Renato tenía las enzimas en sus manos, unos polvos oscuros que podían consumirse aspirándose o fumándose. Se podían incluso digerir vía oral, pero esto era poco común, debido a ciertos efectos estomacales consecuentes, Antonio quizás podría experimentarlos más tarde, quizás, probablemente no. Era muy importante consumirlo en dosis muy pequeñas de 1 gramo o menos al aspirarlo o mezclado con tabaco o marihuana en caso de fumártelos, nunca con energizantes como colas, café, red bull u otros, pues en esos casos resulta mortal.
Comprar la lata de café, llevarla a la casa de Antonio, esperar por Sandra, robar su celular, ingresar en la cocina, colocar el envase en la despensa, subir a la habitación de su amigo a hacerse el idiota un rato, mover todas las fichas del tablero, fue lo fácil, esperar, eso era lo jodido, ahora que no quedaba nada más en sus manos, una eternidad de segundos corriendo uno tras otro se hacía infinito, faltaba tan poco.
PARTE CUATRO
Renato entra agitado a la sala de espera del hospital y ve a Sandra hablando con el Doctor que se despide con rostro de “mi más sentido pésame” y entra a una habitación. Renato se apresura y se acerca.
– Vine cuanto antes, Sandrita. – Dice Renato mientras Sandra se abalanza contra él y lo abraza entre llantos y lágrimas. “De aquí me voy directo a cobrar mi dinero” piensa sonriente a espaldas de Sandra. – Gracias por estar aquí, ahora es cuando más te necesito. – Tranquila, estoy aquí contigo. Pobre Antonio, ¿Cómo pudo ocurrir esto? – Las lágrimas de cocodrilo caen por sus mejillas y su voz se quiebra de forma muy verídica. – El café, los análisis dicen que fue envenenamiento por exceso de antioxidantes del café que tomaba. Nos contactamos con la empresa y se sorprendieron, pues es un hecho que ocurre uno en un millón de envases, granos de café con exceso de enzimas, y… ¡Dios mío! … ¿Por qué Antonio?
“Porque así lo quise yo” piensa Renato, extasiado pensando en el monto enorme de la indemnización que recibiría de una empresa multinacional como la que produce ese café. Fue muy inteligente denominarse en el testamento como “Único heredero de todos los bienes” de Antonio, teniendo en cuenta que en ese momento el único bien de su inerte amigo era solo el premio del concurso. Ahora que Antonio ha muerto cobraría la mísera suma de cinco mil soles, más la inmensa e incalculable cantidad otorgada por la indemnización. Esta, fue la mejor apuesta de su vida, y Antonio definitivamente fue el mejor amigo del mundo.
– Vamos a tomar algo de aire, es mejor salir de aquí. – Sugiere Renato. – ¡No!, no me moveré hasta que Antonio despierte. – ¿Despierte? – Hasta que despierte de su coma cerebral, así sean cien años, yo me quedare con él.
“¿Coma…? ¿Cerebral…? ¿Esta… vivo?”
“¿Estoy vivo?, ¿Dónde estoy?, no logro ver nada, es tan oscuro que no logro ni verme a mí mismo, sospecho que he muerto, recuerdo… no recuerdo ni mierda, pero duele, ¿Cómo me puede doler si no tengo cuerpo?, duele de todas formas, es triste, ¿Dónde está Sandra?, la extraño de forma muy intensa y a la vez melancólica, que joda no haberme podido despedir de ella, claro, en el caso que este muerto, pero… es obvio que morí y esto debe ser el purgatorio, ¿viviré en este estado cientos de años?, ¿miles?, ¿luego iré al paraíso o al infierno? ¿habrá acaso algo más?, quizás no esté muerto, solo dormido, un mal sueño, una pesadilla, pero es que no recuerdo nada, o casi nada, recuerdo a Renato, el maldito casi me mata, aunque pensándolo bien, probablemente lo hizo, Renato hijo de puta, siempre me sorprendes, pero… no tengo odio, rencor o ira, te extraño a ti también, quiero verte y fumarme un porro contigo, reírnos de las mismas estupideces que nos han entretenido todos estos años, ¿Qué paso?, ¿Qué fue tan mal?, ¡mi estupidez!, ¡definitivamente!, ahora recuerdo más, siempre con huevadas en mi cabeza, la vida no es un juego que se decide al azar, la vida es… ¿Qué es la vida?, ¿esto es la vida?, ¿Dónde estoy?, hace frio incluso sin tener cuerpo, hace frio y aquí… se siente muy solo.”
– Quiero verlo. – Es nuevamente la hora de visita. Podemos entrar solo de uno en uno, el doctor dijo eso. – Responde Sandra a la afligida petición de Renato. – ¿Está bien que yo entre primero? – Entra tú, Antonio también te necesita, yo te espero aquí.
La puerta de la habitación se cierra y Renato observa esa habitación tan pulcra, silenciosa y gélida al mismo tiempo, la decoración es bastante modesta, un crucifijo, un reloj y persianas en las ventanas por donde entra un ligero haz de luz externo que contrasta con el cálido tungsteno de la lámpara de la mesa de noche metálica, el silencio se ve interrumpido por el repetitivo pitido de las pulsaciones cardiacas de Antonio, la muestra fehaciente de su derrota temporal en el reciente intento de asesinato, quizás… sea hora de corregir el error y acabar con esto. Renato se sienta al lado del tipo entubado y dormido, mientras palabras fluyen de sus labios como un réquiem de despedida.
“Hola amigo, ¿Cómo estás?, bastante jodido al parecer, siii, ya se, estas aquí por mi culpa, pero hey, mas por tu culpa, no jodas, yo solo quiero la plata, tengo necesidades, entiende, aquí las cosas no son personales, vamos a hacer esto con calma, cogeré este cable, lo desconecto solo un par de segundos, y lo vuelvo a conectar, tranquilo, escucharas solo un constante y débil pitido, entonces podrás dejarte de huevadas de súper hombre y descansar, aquí ya jodiste bastante, bueno… yo también, pero quizás y no falte mucho para que te acompañe, ¿nos veremos allí?, guárdame un sitio, hermano, que yo guardare tu recuerdo, el recuerdo del tipo más loco del mundo, tremendo loco de mierda, vaya apuesta que te mandaste, para mí fue un juego muy divertido.”
Renato coge el cable, mira el rostro calmado de Antonio, y se detiene. Algo se enciende dentro suyo.
“Juguemos de nuevo” “No quiero tener remordimientos y me parece lo más justo teniendo en cuenta que sobreviviste un día entero. Trataremos de repetir las reglas, a partir de mañana, tengo nuevas 24 horas para terminar tu vida, sonara gracioso, pero tu… tienes 24 horas para evitarlo.”
El camino de vuelta a casa de Renato transcurrió de forma calmada, una ligera garua envolvía la ciudad, las luces intensas de los autos, tenues en los postes, las sombras y reflejos, los contrastes, la vida misma, gente yendo y viniendo, algunos preocupados de las banalidades que los atormentan, algunos pocos, acompañados, pero casi siempre solos, gente en movimiento, preocupada y solitaria, como la vida misma. A pesar de todo, Renato sentía cierta paz, quizás por una sensación de justicia otorgada, necesitaba horas para mentalizarse nuevamente y acabar lo que ahora era una obligación y una promesa, una deuda de amistad, honor y lealtad.
A unos metros de allí espera Galleta, el dealer o proveedor de Renato quien ha tenido un día complicado, algunos de sus perros, o como él llama a los inmaduros núbiles que trabajan para él vendiendo droga que distribuye, le han fallado, un par de ellos se dejaron atrapar por una redada policial, estos perros bastardos saben que si hablan o siquiera lo nombran están muertos, pero también sabe que son unos niños cabrones que no los tienen bien puestos y que bajo una ligeramente seria presión policial en el interrogatorio o promesas insulsas en pro de mantener sus antecedentes limpios durante unos años más podrían acceder a delatarlo, y al mismo tiempo, a su propia defunción.
Es necesario que escape un tiempo cuanto antes de la ciudad, al menos hasta que pase todo el chongo, pero necesita dinero y Renato tiene una deuda que pagar, se le cumplió el plazo, y ahora que lo ve claramente llegando a pie, sabe que es tiempo de cobrar.
Se estaciona un auto muy lujoso en la puerta del hospital más caro de la ciudad, y baja Sandra quien luego de dos años sigue manteniendo una belleza natural y elegante, un carisma encantador y una promesa realizada, los trabajadores del hospital la ven llegar y la saludan con entusiasmo, ella conoce el camino y se dirige a la habitación donde la espera Antonio, aun en cama, aun dormido, eternamente dormido. Ella se sienta al lado de su cama y sujeta firmemente la mano de su novio, al igual que el día anterior, el anterior a ese y todos desde que Antonio cayó en ese estado.
“Hola bebe, ¿cómo estás?, hoy te veo bastante bien, creo que una afeitada te caería regio, siempre tienes que lucir hermoso como solo tú, para que cuando te decidas despertar, puedas besarme y abrazarme y mimarme mucho mucho mucho, ¡me lo debes, Antonio!, pero tomate tu tiempo, recupérate, y ven aquí conmigo cuando estés listo, no sabes cuánto te necesito, amor, es increíble todo lo que ha pasado estos últimos años, tu accidente; la indemnización de la empresa, es cierto que con esa fortuna nos aseguraron la vida, pero al mismo tiempo te jodieron la tuya, idiotas, disculpa, disculpa, es que me mata recordar todo; por último, aun no puedo creer lo del pobre Renato, justo el día que tuviste el accidente lo asesinaron, como ya te dije, seguramente querían robar su casa y el trato de impedirlo, pobrecito, tenía sus cosas, pero siempre fue un buen chico, además era tan gracioso, nunca dejaba de hacernos reír, sabes cuánto lo quería y yo sé que para ti era como un hermano, sin ti aquí conmigo y con Renatito allá arriba me siento muy sola, daría todo lo que tenemos ahora para que todo vuelva a ser como antes, juntos los tres, felices y unidos”, Sandra solloza en silencio, besa la mano de Antonio y se seca las lágrimas. “Me voy a casa, regreso mañana, te amo.” Sandra sale de la habitación y cierra la puerta, la luz automáticamente se apaga y ese pequeño universo queda en penumbra y mutismo total.
De la oscuridad de su mundo mental a la oscuridad de este que nos rodea, en ese mismo momento, Antonio despertó.
-FIN-
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