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DOCE DÍAS

Yo me encontraba revisando unos apuntes y de pronto llegó ella, con su especial sonrisa, su belleza incomparable, su ropa importada, su delicioso perfume a leónidas o peonias y su delicada pero precisa mirada hipnotizante teledirigida a mí.

A y con su novio más.


I

Casi a la cuarta semana de haber iniciado el curso más aburrido de la carrera, ella empezó a mirarme distinto o, mejor dicho, a mirarme.

Yo, por mi parte, no hacía nada, porque el bullying ocasionado por mi gordura de infancia me alejaba de la idea sensata de que alguien se podía fijar en mí así de repente sin hablar.

Lo cierto es que ya no era el niño tímido y regordete que alguna vez había sido, sino que estaba sexy y bien vestido y ella lo notó.

O será que me detenía el hecho de que su novio había sido uno de mis mejores amigos al iniciar la carrera y pues, ella no lo sabía. No lo sé.



II

¿Te jode si me estaciono aquí?-preguntó luego de media hora de viaje.

Le respondí que no y que era muy amable por haberme traído; pero que yo vivía en los Altos del Cono Sur, no en los Altos del Cono Norte.

Claro que para ella no había diferencia porque pensaba que “cono” era un recipiente para poner popcorn en las fiestas infantiles y no más que eso.


Luego de explicar la diferencia entre sur y norte y aumentar desambiguaciones a su concepto de “cono”, me dijo que me callara y me besó.

Yo me sentí muy bien porque hace como seis años que no besaba a nadie y hace como diez años que nadie me besaba a mí. La vez a la que me refiero fue jugando a la botella borracha, maldición.


III

El desgraciado Kandiski es dueño de su habitación. Yo camino y camino para encontrar la salida.

A parte de una cuna no hay más que ver que los recuerdos peligrosos de su amante de hace dos semanas.

Tengo que ser fuerte y soportar esa mirada gélida, directa y casi en vivo que me arroja y me juzga al mismo tiempo como si amarse fuera algo malo o como si dejar de querer sea poco cotidiano en la gente de nuestra edad, cuando en realidad, es lo más usual del mundo.

En ese momento no me percaté de las dimensiones de su universo, pero su sólo vestidor era más grande que mi cuarto y en ese momento no lo vi tan grande.


Años después, tendría que haber hecho desaparecer esos recuerdos de su mente al margen de si su bebé conservaba los cuadros de su padre fugitivo.


IV

El conjunto de alucinaciones que esa noche nos hicieron despreciar el uno al otro, provenían de la fiesta que su hermana había organizado.

Ese ambiente cargado de droga sintética, muy muy alejado de mi realidad de escritores y pensadores pobres, estilo B, consumidores de marihuana sin limpiar era interesante pero, a la vez, asfixiante y un tanto…

Como se dice cuando algo te hostiga. A sí, hostigante.

Ese sábado de setiembre a ella le dio sueño y como toda una princesa se fue a dormir sin despedirse y me dijo que me fuera cuando me aburra. Nada más.


V

El domingo, me presentó a sus padres. Me cayeron muy bien y entendí porque esta chica extraña tenía momentos de lucidez y serenidad absolutas. Después volvía la loca.

Su hermana más bien era distinta. Sus aficiones, pensamiento y religión eran besar, jersey shore y nueva acrópolis.

Un poco fuerte para alguien que no cree en nada pero lo hace con miras a que su pensamiento sea tomado como absoluto, sin dejarse contaminar por el relativismo exagerado con el que viven esa mocosa y sus amigos.

A pesar de eso, tenía unas ganas enormes de conocerla en la intimidad y no tuve ningún reparo en comentárselo directamente. Pero ella no entendió de qué hablaba.

VI

Una semana atrás de eso, nos fuimos a un mall a ver como cerraban las tiendas. Al parecer, y nos dimos cuenta en ese instante, salíamos realmente tarde de clases. O será que la ciudad en donde nos tocó encontrarnos acostumbraba amanecer tarde y cerrar temprano y no nos dejaba vivir.


VII

Dos días después del día que pasó dos semanas atrás del día en que debió pasar lo que no pasó con su hermana, ella me dijo que le gustaba y yo respondí con un estúpido gracias. Ella se sintió como una tonta por haber confiado en alguien que no correspondería a sus sentimientos.

En seguida, le expliqué mi lentitud en relaciones amorosas y dije que moría por estar con ella a pesar de que cualquier cosa algún día nos separase.

Y me dijo que se iría de la ciudad en cuatro meses y nos pusimos a reír, por mi puta suerte y por su actitud poco procastinadora que nos permitiría estar juntos al menos un tiempo.



VIII

El jueves 8 de octubre de 2015, el único día que podíamos estar juntos y que de hecho, quedamos en disfrutar los dos, ella desapareció de la faz de la tierra.


Hay gente que se ríe de sí misma y que puede hacer más de lo que quiere. Un día antes, fui con un amigo a tomar un trago y pensar en lo increíble que sería nuestro futuro.


A las siete de la noche del citado jueves, me llamó y me preguntó si podíamos vernos y antes de que yo dijera NO, ella me dijo que se terminaba todo, todo lo que jamás empezó formalmente.


Los cuatro días restantes no existieron.

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